CHINA | “Dejen de hostigar a los periodistas extranjeros”, pide RSF a las autoridades chinas

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Reporteros Sin Fronteras (RSF) hace un llamamiento a las autoridades chinas para que dejen de obstaculizar el trabajo de los periodistas extranjeros. La semana pasada, el Club de Corresponsales Extranjeros de China (FCCC) publicó un informe que señala un fuerte aumento del acoso a sus socios.

Ya sean perseguidos, detenidos, maltratados, amenazados con la expulsión o al percatarse de que se presiona a sus fuentes, a los reporteros extranjeros les resulta cada vez más difícil trabajar en China. De los 117 miembros que respondieron a la encuesta de FCCC, el 40% informó de que las condiciones han empeorado en comparación con el 29% del año precedente.

“Acosar a los periodistas extranjeros y luego hacerse pasar por víctimas cuando publican informaciones molestas no va a ayudar al gobierno chino a mejorar su imagen”, sostiene Cédric Alviani, jefe de la oficina de Reporteros Sin Fronteras en Asia Oriental. “Semejante comportamiento sorprende aún más cuando el régimen hace todo lo posible para explotar la libertad disponible para los periodistas en los países democráticos con el fin de desarrollar su red de propaganda allí”.

Visados o acreditaciones denegadas

El método clásico de presionar a los reporteros extranjeros, la amenaza de que no se renovarán sus visados de prensa, va en aumento. El 15% de los encuestados dijo que habían sido amenazados, lo que supone tres veces más que el año anterior. El 6% afirmó que fueron directamente amenazados con la expulsión, un porcentaje que también se ha triplicado.

La amenaza de expulsión pende sobre todos los corresponsales extranjeros y a veces se materializa. La periodista francesa Ursula Gauthier  fue expulsada a finales de 2015 por un artículo que causó malestar. Reporteros de The New York Times y Al Jazeera fueron expulsados en 2012 y, de Globe and Mail, con sede en Toronto, en 2009.

La denegación de la acreditación también está al alza. Muchos medios de comunicación internacionales líderes –entre los que se cuentan la BBC, The Economist, Financial Times, The Guardian, The New York Times, Yomiuri Shimbun, Sankei Shimbun, Libération y Voice of America– no pudieron cubrir una reunión del Comité Permanente del Politburó con el pretexto oficial de “falta de espacio”. Parece que los han castigado por criticar al presidente Xi Jinping en los editoriales.

Zonas prohibidas

Las restricciones a la libertad de movimientos han aumentado significativamente. Tres cuartas partes de los encuestados que acudieron a la conflictiva región de Xinjiang, en el extremo oeste de China, dijeron que el área en la que se les permitió moverse había sido reducida.

Al igual que la zona fronteriza de Corea del Norte, parece que esta región está sujeta a “restricciones especiales”. Cuando el periodista de Globe and Mail Nathan VanderKlippe fue a Xinjiang en agosto pasado, lo detuvieron, lo interrogaron, lo siguieron a su hotel y le confiscaron su ordenador portátil durante 12 horas

Pero el hostigamiento ya no se limita a las regiones especiales; los funcionarios de toda China ahora son reacios a permitir que los periodistas extranjeros operen libremente. “La policía y otras autoridades locales intentan cada vez más reclamar que se requiere un permiso previo para informar en su área”, afirma el reportero de The Wall Street Journal Josh Chin.

Amenazas y violencia

Dos periodistas surcoreanos fueron duramente golpeados por funcionarios de seguridad chinos mientras cubrían una visita del presidente de Corea del Sur a Pekín. El incidente fue indicativo de la falta de consideración que el régimen muestra hacia los medios extranjeros. No es sorprendente que más de la mitad de los encuestados de la FCCC dijeran que habían sido objeto de interferencias, y acoso y que el 8% denunciara agresión física.

Un equipo de BBC News fue abordado en Hunan en febrero de 2017 por un grupo de hombres vestidos de civil que se negaron a identificarse. Maltrataron a los periodistas y destrozaron su equipo de vídeo. Más tarde, bajo la supervisión de policías uniformados y oficiales, los periodistas fueron forzados a firmar una declaración confesando “un comportamiento que causaba una mala impresión” y de tratar de hacer una “entrevista ilegal”.

En julio, poco después de la muerte del Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, las autoridades impidieron que los medios extranjeros accedieran al hospital al que lo habían confinado. El periodista de Voz de América Yibing Feng y su asistente, Ai Lun, fueron empujados por policías vestidos de civil y sus equipos resultaron dañados.

Presión sobre las fuentes

Los periodistas extranjeros están empezando a descubrir una forma más insidiosa de presión: acoso a sus fuentes y a quienes brindan ayuda logística. Una cuarta parte de los encuestados dijo que algunos de sus contactos habían sido hostigados, detenidos o convocados para ser interrogados.

“Al grabar en un lugar remoto, se advirtió a los lugareños de que no nos hablaran e incluso se les dijo que no nos ayudaran con los sitios para comer o dormir”, apunta la periodista de BBC News Kathy Long. “Varias compañías que nos habían ofrecido sus instalaciones de filmación en sitios de peregrinación política retiraron después sus ofertas, tras las presiones del gobierno / autoridad local para que lo hicieran”, agrega.

Incluso cuando no hay señales de funcionarios, cada vez menos chinos aceptan cooperar con los medios extranjeros por temor a sanciones. “Es tan difícil como siempre contactar a las autoridades y encontrar personas que puedan hablar, que no tengan miedo de hablar”, cuenta el jefe de la oficina de AFP en Pekín, Patrick Baert, el primero que informó en China, en 1997.

China ocupa una posición cercana al fondo de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2017 de RSF y ocupa el puesto 176 en la tabla de 180 países. Más, en el Informe Anual 2017 recientemente publicado por Reporteros Sin Fronteras.